martes, 12 de febrero de 2019

existencia

jueves
Me muerdo el bigote. Me como las uñas. Me toco la barba. Quien se toca o se mueve mucho, ante un análisis superficial, solo deja traslucir el estado de ansiedad en el que vive. Yo voy más allá. Quien comete esas acciones, necesita recordar que ese cuerpo es suyo, sentirlo como propio porque teme perderlo.

            Una especie de inquietud constante me invade. Pensar en mi cuerpo genera que lo tenga muy presente y que las partes externas o internas del mismo busquen llamarme la atención de alguna manera. Como pequeños chispazos, las sensaciones aparecen en la cabeza, la panza, las caderas, las costillas o la nariz. Pero, sobre todo, me pica la cabeza. Necesito rascarme continuamente o apagar con mis manos la sensación que se despierta.
Cada vez que pienso en quedarme quieto, las partes del cuerpo me recuerdan que son también parte de mi. Tomo conciencia de esto cada vez que estoy teniendo un diálogo "serio" con alguien y que percibo que me cuesta estar completamente quieto. Pero llevar un registro de los propios indicios del cuerpo me potencia esta característica personal.
            Es probable que en algunas personas el cuerpo necesite recordarle al alma que es el envase en el cual existe. Esas mentes no pueden percatarse de que están integradas a partes de un cuerpo que las contiene. Solo en los momentos en donde logran trascender la mera experiencia cotidiana las mentes de estas personas logran alejarse de esa energía corporal que marca su presencia a través de cosquillas, dolores, calambres, ruidos.

viernes
La sangre recorre las venas de mis brazos a toda velocidad. Sangre que no puede salir y necesita trasladarse aceleradamente en las venas para renovarse.
            Estoy tomando un café en un bar. Siento mucho cansancio y hago un esfuerzo muy grande para no dormirme. Los cuerpos pesados nada tienen que ver con la cifra que muestra la balanza. El peso del cuerpo tiene que ver con una energía que se siente en los hombros, en los ojos y que se desliza hasta las piernas. Una especie de cansancio y pesadez que logra que el cuerpo se derrita como en una obra de Dalí. El cansancio de un cuerpo es algo que puede tener cientos de años. Cuando nuestros cuerpos se parecen demasiado a quienes nos concibieron, funcionan como un nuevo envase que contiene un alma nueva pero que en sus células mantiene el cansancio, los malestares y los sufrimientos del pasado.
            ¿Alguna vez tocaron el cuerpo de un muerto? Yo toqué varios. Hasta abracé a uno, segundos después de su fallecimiento. En un cuarto frío, sólo, el médico me dejó con un cuerpo muerto. Su boca hundida, sus ojos cerrados. Congelado. La textura de su piel extraña. Un rechazo invade a mis manos cuando recuerdo el tacto con un cuerpo muerto. Necesito mover los dedos, tocar algo que me quite esa sensación repugnante.

sábado
Los intestinos inflamados. Es extraño que hayan pasado tres días de registrar cuestiones sobre el cuerpo y no haya hablado de ellos. Son una huella de la vida que llevo marcada en mi cuerpo. Una huella puede ser producto de una herida o un accidente que te deja sin una parte del cuerpo, pero también puede ser un síntoma interno. Y mis intestinos inflamados lo son. Los síntomas intolerables o que se mantienen para siempre en la vida de una persona les recuerdan que el cuerpo no siempre se domina con el pensamiento racional.
            Algo cambió en las partes de mi cuerpo que se encargan la digestión. Hace cinco años que aquello que ingresa a mi organismo necesita mucho más tiempo para ser procesado. Los intestinos contienen casi tantas neuronas como el cerebro. Mi cuerpo lleva una marca en ellos, con la cual aprendí a convivir. Si los intestinos están tan vinculados a lo emocional y contienen semejante cantidad de neuronas, es muy probable que esa marca imborrable que llevo impresa en ellos tenga que ver con la necesidad de digerir las situaciones de la vida de otra manera.

domingo

El dolor de cabeza de la resaca, concentrado en la frente de la cabeza y en los ojos. Un sabor agrio y dulce queda como secuela en la boca. La tortura de levantarse después de tomar mucho alcohol. El cuerpo se pega a la cama y lo encuentra como su hábitat natural.



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