domingo, 17 de marzo de 2019

desaforados


Paredes de color verde agua, mesas de madera y plantas falsas. Cuadros que rememoran el pasado pero sin ningún hilo en común: una vieja cerveza Quilmes, la película Scarface, un gaucho, Muhamad Ali y un vaso junto con una botella de Pineral. Detrás de las imágenes, aparece la humedad de las paredes que están levemente abandonadas.
            Un bar en la esquina de caballito. A mi izquierda, una señora come una hamburguesa con desesperación. En otra mesa, dos amigos comen sin amor por el alimento y lo acompañan con una cerveza de mala calidad. Todos comen desaforados, reflejando la animalidad que el ser humano intenta ocultar. A mis espaldas está la moza atendiendo a un señor al que reconoce como habitué del bar y lo saluda con un beso.
- ¿la nena?
- comiendo vegetales. Estoy aprendiendo a hacer hamburguesas de lentejas, porotos, garbanzos. Ya no sé como rebuscármela.
¿queso come?
- a todo le pongo mucho queso - La mujer dice esto con orgullo, como si esa acción significara que está haciendo bien las cosas y que está cuidando a su hija -.
- mira vos. ¿quién le metió eso en la cabeza?
- Los chicos ahora tienen más conciencia de lo que pasa con los animales. El maltrato que sufren. El jardín, las películas. No hay manera que coma carne. no sabés las ganas de cocinar que tengo cuando llego a casa.  -Se ríen, pero yo pienso que debería estar orgullosa-.
 Son las nueve de la noche y todos los empleados están esperando que termine la jornada laboral,  para escapar.

El primer paso



nos encontramos un domingo al mediodía en la estación de Haedo. Ella me esperaba con su mochila cargada de apuntes y con la sensación de que habíamos encontrado la excusa para construir un sendero por donde caminar ajenos a la convulsión de lo que nos rodeaba. Nos dirigimos camino hacia la plaza del barrio bajo un sol bondadoso. Ella escogió ese espacio para repasar los temas que nos iban a tomar en el parcial de Antropología. La plaza se convirtió, desde ese día, en el conclave de todas nuestras decisiones trascendentes.
            Nos habíamos conocido hacía poco tiempo cursando el CBC y pegamos onda charlando en los pasillos de la facultad o en el regreso a nuestras casas en el tren Sarmiento. La comunicación fluyó desde un comienzo, aunque nuestros cuerpos todavía se vinculaban con cierta rigidez.
            Mientras caminábamos hacia la plaza no había silencios que llenar con diálogos vacios. Nos sentamos en un árbol que nos contuvo y se acopló a la escenografía de la situación: el verde en las remeras, sus ojos, el pasto y los arboles. Las fotocopias en el medio de los dos se mueven con el viento y cada uno dijo lo que entendió sobre los temas que nos iban a evaluar dos días después. dialogamos sobre los autores trabajados en la materia como pretexto para generar un puente entre dos personas. Levi Strauss, Malinovsky y Rousseau nos escuchan desde los apuntes.
            Nos besamos, sin la torpezas propias de un primer encuentro. Sentí el sabor de un terrón de azúcar o como cuando probé por primera vez un chocolate, un submarino. Las sensaciones en la panza se mostraron como garantes de que podía estar tranquilo y abrir la puerta hacia un camino en donde no hacía falta frenar.

martes, 12 de febrero de 2019

existencia

jueves
Me muerdo el bigote. Me como las uñas. Me toco la barba. Quien se toca o se mueve mucho, ante un análisis superficial, solo deja traslucir el estado de ansiedad en el que vive. Yo voy más allá. Quien comete esas acciones, necesita recordar que ese cuerpo es suyo, sentirlo como propio porque teme perderlo.

            Una especie de inquietud constante me invade. Pensar en mi cuerpo genera que lo tenga muy presente y que las partes externas o internas del mismo busquen llamarme la atención de alguna manera. Como pequeños chispazos, las sensaciones aparecen en la cabeza, la panza, las caderas, las costillas o la nariz. Pero, sobre todo, me pica la cabeza. Necesito rascarme continuamente o apagar con mis manos la sensación que se despierta.
Cada vez que pienso en quedarme quieto, las partes del cuerpo me recuerdan que son también parte de mi. Tomo conciencia de esto cada vez que estoy teniendo un diálogo "serio" con alguien y que percibo que me cuesta estar completamente quieto. Pero llevar un registro de los propios indicios del cuerpo me potencia esta característica personal.
            Es probable que en algunas personas el cuerpo necesite recordarle al alma que es el envase en el cual existe. Esas mentes no pueden percatarse de que están integradas a partes de un cuerpo que las contiene. Solo en los momentos en donde logran trascender la mera experiencia cotidiana las mentes de estas personas logran alejarse de esa energía corporal que marca su presencia a través de cosquillas, dolores, calambres, ruidos.

viernes
La sangre recorre las venas de mis brazos a toda velocidad. Sangre que no puede salir y necesita trasladarse aceleradamente en las venas para renovarse.
            Estoy tomando un café en un bar. Siento mucho cansancio y hago un esfuerzo muy grande para no dormirme. Los cuerpos pesados nada tienen que ver con la cifra que muestra la balanza. El peso del cuerpo tiene que ver con una energía que se siente en los hombros, en los ojos y que se desliza hasta las piernas. Una especie de cansancio y pesadez que logra que el cuerpo se derrita como en una obra de Dalí. El cansancio de un cuerpo es algo que puede tener cientos de años. Cuando nuestros cuerpos se parecen demasiado a quienes nos concibieron, funcionan como un nuevo envase que contiene un alma nueva pero que en sus células mantiene el cansancio, los malestares y los sufrimientos del pasado.
            ¿Alguna vez tocaron el cuerpo de un muerto? Yo toqué varios. Hasta abracé a uno, segundos después de su fallecimiento. En un cuarto frío, sólo, el médico me dejó con un cuerpo muerto. Su boca hundida, sus ojos cerrados. Congelado. La textura de su piel extraña. Un rechazo invade a mis manos cuando recuerdo el tacto con un cuerpo muerto. Necesito mover los dedos, tocar algo que me quite esa sensación repugnante.

sábado
Los intestinos inflamados. Es extraño que hayan pasado tres días de registrar cuestiones sobre el cuerpo y no haya hablado de ellos. Son una huella de la vida que llevo marcada en mi cuerpo. Una huella puede ser producto de una herida o un accidente que te deja sin una parte del cuerpo, pero también puede ser un síntoma interno. Y mis intestinos inflamados lo son. Los síntomas intolerables o que se mantienen para siempre en la vida de una persona les recuerdan que el cuerpo no siempre se domina con el pensamiento racional.
            Algo cambió en las partes de mi cuerpo que se encargan la digestión. Hace cinco años que aquello que ingresa a mi organismo necesita mucho más tiempo para ser procesado. Los intestinos contienen casi tantas neuronas como el cerebro. Mi cuerpo lleva una marca en ellos, con la cual aprendí a convivir. Si los intestinos están tan vinculados a lo emocional y contienen semejante cantidad de neuronas, es muy probable que esa marca imborrable que llevo impresa en ellos tenga que ver con la necesidad de digerir las situaciones de la vida de otra manera.

domingo

El dolor de cabeza de la resaca, concentrado en la frente de la cabeza y en los ojos. Un sabor agrio y dulce queda como secuela en la boca. La tortura de levantarse después de tomar mucho alcohol. El cuerpo se pega a la cama y lo encuentra como su hábitat natural.



Miedo


Estoy en la ducha. Los azulejos color beige, el vapor, el miedo.  Escucho gritos y golpes, pero no estoy seguro de la veracidad de la connotación que le doy a esos hechos en mi cabeza. Creo que es una discusión y que el desenlace puede ser trágico. ¿la va a matar a mí vieja? Criarse con un padre violento y que suele tomar mucho alcohol por las noches, no parece ser el ámbito más propicio para un niño. Bañarme por las noches implicó durante toda mi infancia un momento donde estaba todo planificado a la perfección: a puerta del baño un poco abierta para tener el control de lo que estaba pasando afuera, llamar a mí mamá a cada rato para asegurarme de que estaba viva y el tiempo que pasaba bajo la ducha. Este último punto siempre fue un problema, porque me gusta bañarme durante mucho tiempo.
            El olor a vino y a whisky que emana de su boca, de su piel. La respiración acelerada. El color rojo de la cara de mi papá y una sensación de que sus ojos estaban por explotar. En la adolescencia empecé a tomar alcohol y es algo que hice durante muchos años de mi vida. Actualmente también lo hago, pero mi organismo no  tolera que tome la cantidad que ingería antes. Mis amigos de la secundaria tomaban alcohol solo para emborracharse, no les importaba el sabor. Siempre sentí que era distinto en eso. Me encanta el sabor de las bebidas alcohólicas, pero sobre todo el vino y la combinación que puede tener con determinadas comidas. Mi viejo me hacía oler un poco el corcho para que me acostumbre. A mi papá le encantaba ir al "café" durante la tarde y cenar en bodegones.  Hasta los 16 años yo odiaba ir a esos lugares, aunque un poco me gustaba esa sensación de estar entre adultos siendo el único menor. Pero lo que realmente no me gustaba, era que mis amigos jugaban en la plaza mientras yo estaba en un bar "gris" con un grupo de viejos. Aunque debo ser sincero. Me agradaba como era mí papa en esos lugares. Estaba contento, hacía chistes y las personas lo querían mucho. Por lo tanto, algo divertido encontraba en pasar toda  la tarde en un bar deprimente.
            Hoy disfruto los bares o en cantinas. Odio estar en mí casa, salvo a la noche.  Incluso ahora estoy en el bar de la facultad de Filosofía y Letras - Púan para los habitúes - escribiendo esto.   Me recibí de profesor de Historia hace poco tiempo. Creo que estudié esta carrera por mi "nono". Él fue a la Segunda Guerra Mundial y estuvo durante cuatro años en el norte de África. Durante horas me hablaba de la guerra y, como  un emulador del personaje de Roberto Benigni en La Vida es Bella, me hizo creer que era algo divertido. Mi familia está atravesada por las grandes tragedias del siglo XX. Mi abuelo paterno y mi bisabuelo materno fueron a la Primera Guerra Mundial, mientras que mi "nono" fue a la Segunda. Mi vieja y mis cuatro abuelos llegaron en barco a Buenos Aires entre 1920 y 1950.  Yo sueño con vivir durante un tiempo en algún país Europeo, pero todavía no se cuanto lo toleraría.
            Mi novia estudia Artes en Púan y trabaja en el bar de la facultad. Nos conocimos hace más de 4 años en el patio. Yo estaba borracho y le pedí que me enseñara un paso de baile que estaba haciendo. A la media hora estábamos en su departamento. Ella  Ahora está  barriendo el piso y pasando el trapo en el bar que está ubicado en el subsuelo de la facultad. El día que nos conocimos también barrió el piso de su casa y pasó el trapo. Se iba a la ciudad donde vive su familia y quería dejar limpio su departamento.
            Hace dos horas que estoy en el bar de la facultad, que está tomada por los estudiantes hace tres semanas. hay algunos murales lindos, pero el lugar es bastante feo. Tiene luces blancas, frías y eso me deprime. Siempre que voy a una casa de electricidad, le reitero a la persona que me atiende que quiero luces de color cálido y, en lo posible, que sean tenues. No me gusta que se vea demasiado. Se notan mucho los errores. 
Hace algunos días que tengo nauseas. Desde el domingo, más precisamente. Fuimos con mi novia  a visitar a mi vieja, que todavía vive en el departamento donde me crie, y  comimos un budín de coco con dulce de leche. Lo comí tan rápido que me dio asco. La primera vez que sentí asco de algo dulce, fue cuando cociné una torta de dulce de leche en la casa de mis nonos y aproveché para comerla cuando ellos se fueron a dormir la siesta. El dulce de leche todavía estaba caliente y mis abuelos me lo advirtieron. Si hay algo que me caracteriza es la ansiedad y la falta de paciencia. Cuando una comida me gusta, me acelero tanto que necesito comer un pedazo tras otro sin parar. Hace algunos años empecé a  tener problemas estomacales, que me obligaron a cambiar mí dieta. Todos los alimentos me "hinchan" y suelo tener ganas de eructar durante todo el día. Soy flaco pero tengo la panza como una pelota. Mi papá era igual. Su panza a punto de explotar, turgente y desconectada de la delgadez del resto de su cuerpo.

lunes, 11 de febrero de 2019

Reencarnación

Suena Because The Night de Patti Smith. Afuera el lago, las montañas, las piedras. La Imagen de una postal, es fea al lado de lo que ven mis ojos. Yo estoy en una bolsa de dormir, mientras te extraño. Extraño caminar junto a vos hablando boludeses, extraño comer con vos, extraño coger con vos. Tus olores, tus abrazos. Extraño la espera en algún aeropuerto mientras aguantas mi ansiedad. Extraño elegir que comemos, donde dormimos, a que lugar nos gustaría viajar.
La frustración es un enemigo de la reencarnación.  Ensombrece pasado, presente y futuro.

Frey

4:21 am. La fuerza del viento hace tambalear el refugio. El ruido penetrante de la naturaleza invade a la cabaña enclavada en territorio ajeno a la civilización.
En un gran cuarto estamos cuarenta personas con sus bolsas de dormir. Ronquidos, suspiros e inquietos que no se pueden dormir.
una pareja coge en la habitación. Se escudan en el anonimato que da la oscuridad, pero no les importa hacerlo en silencio y que los demás  escuchen.
Soñé que vos no estabas más en puan. No te veía, ni te encontraba. Te habías ido. La pareja que coge sin pudor, me pierde en una gran angustia. Quiero llorar porque vos no estás acá. Y te extraño. Y me frustro porque las cosas no se van a solucionar. Pienso en tu piel, tus olores, tus pliegues, tu forma de gemir, de acabar. Me aterra saber que vas a amar a alguien más y que el tiempo va a erosionar nuestro amor.

Kika

Nunca más te voy dar besos en tu hocico.
Nunca más  voy a rascar tu panza, tu cuello y el centro de la cabeza. Eran los lugares donde más disfrutabas que te rasque. Me besabas las manos para agradecerme el placer y el amor que te daba.
Nunca mas vamos a caminar juntos por las calles de Ramos o de Villa Sarmiento. Te alejabas de mi para robarte algún hueso o pedazo de carne de alguna bolsa de basura, pero tu superyo te delataba y con tu mirada me daba cuenta de que escondías algo.
Nunca más vamos a compartir tardes o noches de estudio. Te ponías al lado mio y no te movías de ahí. Compañera.
Nunca más te voy a ver enojada porque alguien grita o se pelea en casa. Me divertía hacerte creer que nos estábamos peleando para que te pongas en el medio a separar.
Que hermoso verte acostada en el sillón o en la cama, despatarrada. Me imaginaba que soñabas correr por un campo o la playa. Perdón por no darte un patio.
Nunca más vamos a salir con Manu, los tres, a pasear a la plaza. Tomar mates y que nos cuides de la gente.
Nunca más vamos a salir los tres a tomar un helado o una cerveza. Todas las mozas se enamoraban de vos y te atendían mejor que a nosotros.
Gracias por tanto amor. Nunca más vas a estar físicamente pero siempre vas a estar presente en mis mejores recuerdos.